Parafraseando los
cuentos de hadas llenos de coronas, reyes, reinas y princesas “desde tiempos inmemorables…”,
la lucha por la corona ha sido parte de todas las épocas, siglos y portadora no
solo de una casta real sino también de codicia, guerras, peleas entre familias,
etc.; hasta llegar en la actualidad a ser un accesorio con el cual se codifica
a las mujeres que poseen la belleza y cuerpo que las diferencias del común
denominador entre otras féminas.
Ecuador para variar
vive de los estándares de belleza y desde hace varias décadas las mises pasaron
a formar parte de nuestro día a día, cultura, trayendo consigo polémicas,
disgustos, felicidad y enfrentamientos en los que se mide quien debe o no ser
la portadora de esa corona.
El anunció de que
dos municipios decidieran eliminar de entre sus actividades la elección de la
reina (Quito y Latacunga, más anuncios de otros de sumarse a la iniciativa del
alcalde Jorge Yunda), no es que prohibieran la elección de la soberana de la
ciudad; están dando un paso al costado para no usar dinero de las arcas
municipales en la elección de una reina que ocupa parte del presupuesto de sus
GAD que puede ser reutilizado en otras obras prioritarias de cada ciudad.
Así empezó a arder
Troya y si le sumamos, el anuncio de que para la elección de Cuenca se pone
como requisito el término “haber nacido mujer” y en Portoviejo se desea la
inclusión dando entender que trans femeninas pueden ser parte de la elección.
Se pone más leña al caldero, que empezó a burbujear más luego de que se
escogiera a la Miss Ecuador 2019 y obviamente no ganó la favorita, ni la más
guapo, ni esbelta; sino la menos popular y que dicho sea de paso se equivocó
con un “buenos días”, en plena noche.
Con todo eso
Ecuador vuelve arden en la polémica, enfrentamientos entre grupos sociales,
autodenominados líderes de comunidades, sectores, etc. Y se tratan tantos
puntos que algunos dejan de lado algo muy esencial como la economía y lo que
tanto se necesita que es trabajo para personas en diferentes áreas.
Pedir que se
eliminen como muchos creen los concursos de belleza, es imposible al menos en
Ecuador puedo decir que cada semana se escoge una soberana distinta ya solo nos
falta tener a Miss Agüita Dulce o Miss Agua de Tamarindo. Si ya tenemos reinas
del arroz, café, caña, langostino, que no tienen un fin específico común que
los mueva más que el de premiar la belleza; llegamos hasta elegir Miss Ecuador
para Miss Universo; Miss Ecuador para Miss Mundo pasando por esta larga lista
por otros reinados insospechados que se realizan en lugares tan distantes como
Malasia, Turquía, Dubái, y es gracias a las redes sociales que nos enteramos
que tenemos una representante de Ecuador “peleando por la corona”, y no sabemos
qué día tomó el avión y llegó a ese lugar a ser nuestra vocera de la belleza.
Cuando ganan
empiezan las quejas de la falta de apoyo de los medios, de la empresa privada,
de los organismos seccionales, estatales, etc. Pero a cambio de ese apoyo las
reinas no dan nada y no me refiero a que se ejerza coima o se pague por difundir
su linda corona. Hablo de que cual es su función: regalar fundas de caramelos
en Navidad a los niños de escasos recursos económicos o visitar un asilo de
ancianos y tomarse la foto con los “viejitos” de la institución. Porque eso es
lo que he visto a lo largo de mi trayectoria cubriendo reinados.
También he visto
reinas de belleza convertirse en presentadoras, reporteras de TV, actrices,
cantantes, etc. y algunas con más preparación y haciendo gala no solo de su
belleza sino de su inteligencia están en puestos más altos como asambleístas o
han aspirado a cargos importantes en elecciones seccionales.
Basado en eso veo
bien que los municipios dejen de invertir dinero que es de los ciudadanos de
cada localidad en darles una reina, que a fin de cuentas su trillado discurso
de “trabajaré por los sectores más necesitados de la ciudad”, queda solo para
que lo repita la siguiente y la siguiente y la siguiente.
Eliminarlos como
piden y vociferan ciertos sectores sociales no me parece ni podría estar de acuerdo
porque los reinados se han convertido en un generador de empleo para muchos
sectores, desde quienes arman la tarima donde se realiza la elección hasta los
vendedores ambulantes de agua, refrescos, pitos, etc. que se apostan a los
alrededores de donde se vive la algarabía en una noche de elección de reina de
belleza.
Dejar de elegir
reinas sería dejar sin trabajo a quienes confeccionar coronas, a quienes las
visten y diseñan sus trajes, a quienes las peinan y maquillan; a quienes las
preparan (que son los que más cobras y menos hacen); a la madre de familia que
va con su carro de chuzos a vender en espera de ganar un dinero extra. ¡En fin!
Es mucho lo que se podría perder con ganar que la mujer no sea “objeto” se la
dignifique y se la descodifique de los estándares de belleza y se la valore por
su inteligencia y capacidad de desenvolverse en otras áreas sin importa que sea
90-60-90.
Lo que se puede
hacer es empezar por cambiar las reglas, por obligar a las soberanas a tener un
plan estratégico de reinado que no sea el regalar fundas de caramelos, sino más
bien un legado que lo tenga que entregar al final de su periodo sudando la gota
gorda. Que tenga que conseguirlo tocando puertas, saltando ventanas, etc. todo
lo que se necesita para gestionar un proyecto cultural, social, deportivo que
sea planificado con su visión, misión y objetivo bajo un estudio de que
porcentaje de población se beneficiaría de su proyecto, cuales serían los
alcances a futuro, etc y ojo eso no es sentarse frente al computador, redactar
y ya. Debe realizarse un estudio previo, encuestas, sacar porcentajes,
presupuestos, estimados. Nadie dice que la función de una reina es solo sonreir
y alzar la manito para saludar en desfiles. Sino investiguen a la monarca más
regia que es la Reina Isabel de Inglaterra.
Cambiar las reglas es
también habla de la inclusión y no solo de la comunidad GLBTI sino también
dejar de elegir por separado reinas afrodescendientes como si fueran una parte
segregada de nuestro entorno, o dejar participar a representantes indígenas,
discapacitadas, etc. Porque si no los más sabidos que buscan pescar en río
revuelto de la noche a la mañana se harán la plata organizando la Miss de los
Ciegos; la Miss de los Mudos; etc (y ojo no lo digo con ánimo de burlarme o
discriminar a quienes tienen discapacidades). Den oportunidad a quien es pobre
y no tiene para pagar la confección de un vestido costoso o el alquiler y que
puede ser más bella que la ganadora que por dinero y capacidad económica puede
costear todos los lujos de una reina.
Porque alguien
tiene que decirlo señores ser reina de belleza no es ser bonita y ganar o lucir
una corona. Es tener dinero para comprar todo lo que ello conlleva. La maleta
que acompaña a una reina que va a representarnos en un certamen internacional
no se llena sola; ni aparece como en los cuentos de princesas un hada madrina y
la convierte en una reina con joyas y vistosos trajes. Aquí el hada madrina se
llama dinero, y unas pueden nacer bellas, pero en cajón de naranjillas. Y las
que en realidad pueden ser misses son las que nacen en cuna de oro.
El tema de la
inclusión y sobre todo en lo que concierne a la comunidad GLBTI creo que ellos
ya tienen sus espacios en reinados. Imponer o querer que también participen en
certámenes exclusivos para mujeres “nacidas mujeres”, no es discriminatorio, es
solo hacerles un “recorderis” de que, aunque han ganado mucho en su lucha (que
se apoya hasta ciertos puntos) hay parámetros, estándares, etc en los cuales un
cambio de nombre en la cédula y siliconas no pueden darles acceso. La solución,
simple, quieren cambios entonces no hagan reinados bajo la denominación Trans e
inviten o dejen abierta la convocatoria para que chicas heterosexuales puedan
también participar en las elecciones. Así predican con el ejemplo y dan cátedra
de inclusión. ¡Sería lo más justo!
Así que antes de ponernos
a pelear por una corona y buscar a la mujer perfectamente bella que se vaya a
dar de cocachos con otras por ser la mejor, pensemos en todo lo que ser reina
conlleva y que si lo analizamos muchas que portan una corona no le dan el valor
que debería representar más allá de los quilates de oro, plata y piedras
preciosas que la componen. Y de ser simplemente bella.